Mi camino hacia la formación como psicoterapeuta (de psique, alma y terapia, curación) fue trazado por una disposición natural a observar el comportamiento humano, combinado con una sensibilidad temprana para captar el sufrimiento; posteriormente, una inclinación por la investigación de sistemas o modelos científicos y filosóficos que aporten rutas de solución al sufrimiento y/o malestar en las personas. El camino de mi formación me ha llevado a concluir que es la actitud del psicoterapeuta, su disposición, su escucha, comprensión, calidez, compromiso, confiabilidad, atención, amabilidad y presencia, el motor que hace renacer la esperanza en las personas, la confianza en sí mismas, su valor. Y, es la formación científica del psicoterapeuta, su compromiso permanente en el entendimiento de los problemas humanos, junto con la responsabilidad en el uso de un método, lo que permite explorar junto con el cliente sus problemas, co-creando en ese encuentro, sus soluciones y posibilidades. Pienso firmemente que la experiencia de un proceso terapéutico satisfactorio y exitoso en los clientes, es capaz no sólo de erradicar un problema o sufrimiento a corto plazo, sino de cambiar para bien y positivamente el rumbo de las vidas.